Vincent, es mi alumno de los martes. Los martes de 5 a 7. Nuestras clases de dibujo y pintura están llenas de decisiones tomadas a medias. Durante el camino de su casa a mi taller decidimos más o menos a que dedicaremos la sesión, en que juego-proyecto-máquina- mundo entraremos juntos para perdernos dibujando.
Pero de todas maneras, una vez tomada la decisión y comenzada la partida, cualquier gesto que abra un camino nuevo es bien recibido. Y o bien cambiamos un rato de camino y abrimos otro o lo guardamos para el próximo día.
De esta manera el motor imparable y super creativo de Vincent es apoyado y acompañado como se merece, dando potencia y realidad a sus ideas y deseos.
Ofreciéndole el material necesario para lograr lo que se propone y ayudándole a no soltar las ideas y a comprometerse para poder llegar a profundizar en la comprensión de un gesto que muchas veces es solo un impulso, pero que impulso!
Durante una clase, después de pintar y pintar en formatos grandes, el uno frente al otro, Vincent levantó su pincel y cruzando su mirada con la mía, señaló el brick de zumo de naranja que había
sobre la mesa y me pregunto:
¿Puedo?
¿Puedo pintar el zumo?
Me quede quieto un segundo y asentí con la cabeza.
INCREIBLE!
Nos quedamos los dos encantados con el resultado. Que buena idea y que sencillo y fresco.
De golpe, en apenas un minuto y de la mano de un niño de 8 años, por gracia del simple gesto de pintar, extender pintura sobre una superficie, este rectángulo de plástico se acercaba más al origen físico, o sea al árbol, a la sensación orgánica y se alejaba en nuestras mentes del objeto producido industrialmente, en repetición.
PINTAR= SER +ÁRBOL.
Hicimos una prueba comparativa en los supers del barrio, y continuamos investigando que transformaciones pueden producir el gesto de pintar.
A veces funciona y otras no. Pero nosotros probamos y observamos que pasa.
Esta pasada navidad y a partir de esta experiencia con Vincent, se me ocurrió hacer el camino a la inversa, llevar un dibujo que representase, que imitase algo real, concretamente un árbol que construimos y dibujamos juntos con mi hijo, y llevarlo, devolverlo, integrarlo en un medio natural, real, no simbólico, tratándolo como si fuese lo que dice representar este dibujo, un pequeño árbol de navidad.
Cuando acabaron las fiestas, decidimos replantarlo en algún parque de la ciudad que estuviese cómodo y pudiese crecer.
Durante la búsqueda de un buen lugar tuvimos la suerte de encontrarnos con dos jardineros profesionales, que nos aconsejaron podar algunas ramas para que el dibujo creciese mejor.